domingo, 22 de mayo de 2011

Food for Thought



El arte según Samuel Beckett (la realidad como raíl)

por Andreu Navarra Ordoño

El texto titulado El mundo y el pantalón parece desarrollar una serie de ideas sobre el arte, y más concretamente, sobre el pictórico (aunque sus contenidos puedan ser aplicados a cualquier otra actividad creativa). Es muy probable que así sea (de otro modo escribiría muy perdido). Podría tratarse de un ensayo, aunque quizás sea mejor calificarlo de prosa, porque el texto no es, desde luego, un ensayo canónico o habitual. Este es el chiste amargo que lo encabeza:

EL CLIENTE: Dios hizo el mundo en seis días, y usted no es capaz de hacerme un pantalón en seis meses.

EL SASTRE: Pero señor, mire el mundo y mire su pantalón.

A continuación, se desarrolla una especie de letanía gélida, absolutamente desconcertante, que no cesará ya hasta el fin:

Para empezar, hablemos de otra cosa, hablemos de dudas antiguas, caídas en el olvido, o reabsorbidas por elecciones que no se ocupan de ellas, por lo que se ha convenido en llamar obras maestras, malas esculturas y obras de mérito.

Dudas de aficionado, claro está, de aficionado muy sabio, tal y como sueñan los pintores, que llega agitando los brazos y se marcha agitando los brazos, con la cabeza aturdida por lo que ha creído entrever. Qué tontería las preocupaciones del ejecutante, al lado de las angustias del aficionado, que nuestra iconografía de tres al cuarto ha cebado de fechas, de períodos, de escuelas, de influencias, y que sabe distinguir, hasta tal punto es sabio, entre un gouache y una acuarela, y que de vez en cuando cree adivinar lo que ama, manteniendo el espíritu abierto. Pues el pobre se imagina que nada de lo que es pintura debe serle extraño.

El lector de Samuel Beckett tendrá que irse acostumbrando a no analizar, a no comprender, a operar entre la nada. Porque leer a Beckett puede ser asomarse a la desnudez más absoluta, indigestarse y dejar el libro a la primera línea, o bien marearse y tener que irse a tomar un analgésico. De cualquier modo, uno siempre resulta enormemente enriquecido al leerle. Es como descalzarse un pie y mojar su punta en un río, en una corriente inexorable, y a la vez fría como el hielo, despiadada. Y esta corriente (luego descubriremos que de cristales rotos) es lo más parecido a la verdad. A la verdad cognoscitiva: a nuestras posibilidades reales de percepción. Esto es lo que nos fascina del autor. Su nivel nulo de fabulación o simpatía. Su honestidad sin ningún tipo de fisura.

Pero es falaz afirmar que es imposible comentarle. Una mentira como un templo. Paradójicamente, y lo demuestra el fragmento que hemos citado, Samuel Beckett es el artista de la claridad, es el escritor de la transparencia. Sus textos son, a la vez, de lo más comprensible. Lo que pasa es que nuestra realidad, nuestra percepción de ella, la de nosotros como lectores de él, nos nubla. Nos obnubila. Molesta. Hemos de partir de cero, como muchos de sus mutilados. Tenemos que atrevernos a mojarnos en su río, y bucear en él como lo haríamos en la conversación que nos brindara un buen amigo, de los que realmente nos complican nuestra vida haciéndola más placentera.

Partir de cero significa, en primer lugar, vaciar la mente de prejuicios; y, en segundo, liberarla del deber de tener que juzgar lo que se ha visto leído, comprendido. Esa es una de las primeras lecciones del fragmento (con la cabeza aturdida de lo que ha creído entrever). El aficionado, a quien se ha intentado aleccionar mediante toda una literatura de la recepción de obras de arte, cree entrever, por lo que nos situamos lejos de cualquier tipo de juicio absoluto. Porque cualquier juicio que pretenda ser coherente, es a la fuerza un absoluto.

Esta es la propuesta de Beckett, no solo en este texto sino en el conjunto de su obra: no tenemos por qué juzgar. No pasa nada. No hay nada. Somos bien poco. Por qué actuar. Por qué explorar. Por qué preguntarse por lo que pasa, por lo que pasó. Lo asombroso es que no se nos esté diciendo debéis hacer esto, o no hacer lo otro. Siempre podremos seguir haciéndolo, seguir preguntándonos, seguir dudando. De lo que se nos informa es de lo que no solemos hacer, de lo que solemos obviar gracias a nuestros prejuicios. Porque la realidad es un prejuicio. Lo prueba el hecho de que nos lo esté diciendo alguien que ha realizado todo esto, ha conducido estas preguntas hasta sus límites, se ha paseado por las fronteras de la nada sin pagar los aranceles que son la muerte, y se ha acercado a la extinción. Lo asombroso es que no nos lo esté diciendo un nihilista, un analfabeto que desprecie la cultura, sino uno de los hombres más leídos, más profundos, más rabiosamente cultos (así lo demuestra la abundante documentación que se evidencia tras esta prosa). Pero ni siquiera eso sabemos. Podría ser una erudición más o menos ficticia, o multiplicada mediante la palabra, como en el caso de Borges.

Todo esto en arte se traduce en una libertad total: radical y absurda. Cierto profesor de teoría de la literatura, de cuyo nombre sí quiero acordarme, siempre nos decía que el texto original, que la obra absolutamente nueva en todos y cada uno de sus constituyentes, era un imposible filosófico. Y lo es porque ese texto, esa obra, no sería reconocida como tal. La obra radicalmente nueva no se asemeja a nada, no es perceptible en cuanto obra de arte. Es un absurdo. No es ni siquiera una locura. Es una nada inconcebible. No puede existir.

Sam Beckett dice: vale la pena intentarlo. Esto es lo que nos propone: la creación pura, desde la nada. Es una cuestión de perspectiva, y no de resultados. Quizás Huidobro se aproximase a este estado de libertad taumatúrgica, que es la que, en el caso de Gerardo Diego, diferencia unos poemas de otros. El ciprés de Silos parte del ciprés de Silos. Gesta debe de partir de las proximidades de la nada conceptual, objetiva o exterior. Eso no significa que ambos poemas partan, según palabras del propio Diego, de su real gana poética. La diferencia entre un tipo de poemas y otro es meramente procedimental. Uno tiene referentes reales. El otro, no tanto.

Según Isaac Asimov, una entre las muchas teorías que intentan explicar el origen del universo es la del chorro primitivo. Consiste en una especie de explosión primitiva de energía de la que derivaría todo. La ordenación de toda esa energía desprendida es lo que diferenciaría el universo de la nada. Así se forma el arte según Beckett: a través de una manifestación arbitraria, fruto de la libre voluntad del artista. Así se crean nuevos universos, nuevas realidades.

Los críticos coinciden en señalar que los textos del autor posteriores a la segunda guerra mundial, si antes de ella indagaban en las contradicciones de la realidad, ya no pretenden vincularse con ella. Los personajes de Molloy, Malone muere o El Innombrable ya no se proponen entender ninguna realidad, por difusa que sea: han renunciado ella. No se proponen nada.

Un buen ejemplo de esto es Malone, suerte de anciano que vive recluido en lo que parece una habitación: sin recibir visita alguna. Malone no intenta recordar ya cómo llegó a la cama en la que convalece, se acerca al mundo a través de un bastón sin el cual se ve absolutamente indefenso. Como se ve, el autor es especialmente cruel con sus personajes. Para entretenerse, Malone intenta contarse una historia, la del joven Saposcat, pero fracasará una vez tras otra: Malone no soporta los tópicos de las historias de personas indefensas. La vida de Saposcat, Sapo, es un infierno. Malone no cree que la suya lo sea: todo le da igual. Se limpia con babas los puntos del cuerpo que nota sucias. Espía las nauseabundas relaciones sexuales de algún vecino (el sexo en Beckett aparece a menudo vinculado a la senectud). Hacia el final de la novela, que no es más que la suma de verbalizaciones mentales de Malone, vemos a este recluido en una suerte de manicomio u hospital. Durante una excursión, alguien llamado Lemuel asesina a todos sus compañeros con un hacha. Esto es lo último que se profiere en la novela:

ni con su lápiz ni con su bastón ni
ni luces luces quiero decir
nunca eso es tocará nunca
nunca tocará
eso es nunca
eso es eso es
nada

¿Quién es Malone? ¿Dónde ha estado durante toda la novela? ¿Quién es Lemuel? ¿Por qué comete el vil asesinato? ¿Se ha convertido Malone en Lemuel, o Lemuel en Malone? ¿Alguien se ha convertido en alguien? ¿Quiénes han muerto? ¿Qué significa eso es nada? ¿Muere Malone como vaticinaba en las primeras palabras de la novela? ¿Es Malone muere una novela? No parece haber respuestas. ¿Deben preocuparnos estas cuestiones? Según Félix de Azúa,

Beckett no busca una aproximación más o menos verosímil a la realidad sino la creación de una realidad independiente, una realidad literaria. Giacometti quería hacer un rostro, El Rostro, Beckett también quiere hacer, no imitar. Por eso todas sus obras son una sola obra y los géneros uno.

¿No se parece este final de novela al del poema Altazor, de Vicente Huidobro ¿No intentan ambas obras alcanzar el mismo objetivo?

Hasta el siglo XX el arte partió de las cosas, quiso traducirlas a lenguajes distintos. El cubismo, el arte fauve,... hacía eso mismo pero pretendiendo acentuar el filtro que separaba el objeto del lienzo. Así el artista hacía de mediador descarado, más descarado que nunca, y aplicaba sus colores, su multiplicidad de perspectivas simultáneas, sus pruritos, sus visiones, sus abstracciones y, ¿por qué no?, sus voluntarias tonterías y puerilidades. Por eso el arte más contemporáneo expulsa a sus espectadores. Por eso los artistas más aplaudidos, más cotizados, más revolucionarios (pienso en Miró o en Tàpies) sean a la vez los más incomprendidos.

La pintura de los hermanos van Velde, los que Sam Beckett pone como ejemplos, (¿pintores ficticios?) no es ni abstracta, ni surrealista, ni cubista. No se preocupa de ser algo. Solo se preocupa de ser la nada, de plasmarla. Uno de estos dos hermanos no ha expuesto nunca. El otro realizó una exposición en Londres, en 1938.

La prosa es, en cierta forma, una aproximación a la obra de estos dos artistas, que practican algo más desquiciado que el automatismo: lo que hay en sus cerebros una vez vaciados de todo posible contenido. Por eso, dice Beckett, la pintura de uno de los hermanos es tan placentera. Porque libera, es una libertad que se aproxima al trance místico, la nada a ultranza, el garabato más insignificante, la más oculta y primordial de las pinceladas, mucho más cavernícola que la de los cavernícolas.

Una verdad no causal. Una arbitrariedad extrema, exenta de preocupaciones y de vinculaciones con el mundo exterior. Es la realidad autónoma, autosuficiente. Y por eso es, en cierto modo, relajante.

Estas concepciones son las que laten tras la obra de Samuel Beckett. ¿Qué hay detrás de ellas? ¿Qué se pretende? Una vez más nos lo contesta el fragmento citado cuando empezábamos: se trata de creer adivinar lo que se ama, de mantener abierto el espíritu. Porque traducir, comentar, comparar, es realizar la conversión de incomprensible a comprensible. El objetivo no es que esa conversión sea imposible, sino advertir que no es necesario hacerla. Eso no significa que no pueda hacerse, como la estoy haciendo yo. Eso significa que no pasa nada si no se hace: que somos libres de hacer lo que nos plazca con la obra. Podemos insultarla, olvidarla, calumniarla. Nada ni nadie debería exigirnos explicaciones. Otra cosa es lo que ocurra en nuestra sociedad. El juicio, la obligación de emitir enunciados exteriores que versen sobre tareas de los demás, es lo que arruina para Beckett el pensamiento humano. Lo que ha venido arruinándolo durante siglos de masoquismo conceptual.

Las frases siguientes ilustran la voluntad de libertad mental y receptiva, de libertad honrada. Son una crítica total al deber más o menos socializado de que el arte signifique, de que tenga que expresar, de que tenga que comprometerse con nuestro mundo habitual (el extracto reproduce estrictamente el orden del autor):

Eso llueve sobre los medios artísticos con una abundancia muy particular. Es una pena. Pues el arte no parece necesitar cataclismos para poder ejercerse.

Los estragos son ya considerables.

Con "Esto no es humano", está dicho todo. A la basura.

El día de mañana se le exigirá a la charcutería que sea humana.

Eso no es nada. Por lo menos estamos acostumbrados.

Lo que es propiamente espantoso es que el artista mismo lo admita.

El poeta que dice: no soy un hombre, no soy más que un poeta. El medio más rápido de hacer rimar amor y vacaciones pagadas.

El arte expresivo, tanto el formal como el informal, es un arte policial por lo que tiene de represor de la creatividad:

¿Quieren un existente adecuado? Pónganle un azul. Denle un silbato.

¿Les interesa el espacio? Hagamos que cruja.

¿Les atormenta el tiempo? Matémosle juntos.

¿La belleza? El hombre reunido.

¿La bondad? Extinguir.

¿La verdad? La ventosidad del mayor número.

Y el que modestamente nos parece uno de los más bellos pasajes formulables por un ser humano:

Se ha hecho lo imposible para que elija. Para que tome partido, para que acepte a priori, para que rechace a priori, para que deje de mirar, para que deje de existir, delante de una cosa que simplemente habría podido amar, o encontrar fea, sin saber por qué.

¿Puede existir amor al arte más sincero que el contenido en esta frase? ¿Puede aspirarse a mayor libertad? El verdadero arte, la verdadera escritura de Samuel Beckett se sitúan en otra realidad, la que resultó de la experiencia de la nada circundante, la realidad más verdadera que vive en el lenguaje, y que se alimenta de materia gris.

jueves, 19 de mayo de 2011

Zombificación Masiva

Zombificación Masiva.

-Primero que nada: Cállate.

-Luego, -¡Obedece!

-Este es tu tiempo, tu gran momento. También tendrás aquí uno de los más grandes papeles. Con certeza será tu gran papel en este sainete.

-Obedece! Pedazo de carne! Cállate y escucha. Te daré las palabras clave que necesitarás. -No, todavía no. Todavía no te las diré.

-De nuevo; Obedece!- presta mucha atención: Docilidad, Mansedumbre, Sumisión.

-No cuestiones, no preguntes, no te la des de inteligente haciendo agudas observaciones, nada de andar criticando, mucho menos murmurando.

-No masculles ni protestes las órdenes que te damos. (Me he descubierto, no estoy solo en esto, no soy solo yo).

-Recuerda que las órdenes no se discuten.

-Solo eres un usuario, un usuario subordinado. Tú no tienes un “Yo”. Tú no eres un sujeto. Esta es apenas una fase de una primera etapa, -son muchas etapas-, pudiéramos ponerle algún nombre, ya sabemos, como nos gusta dar nombres, nombrar de nuevo, re-nombrar, como un Dios-Verbo que crea el mundo simplemente con el acto de nombrarlo. Logos que te funda y te desvela.

-Vasallaje, gloriosa palabra, entre tantas de las que serán previas a la más eminente; -Rendición.

-Ah! -Pero tranquilos y tranquilas! Aun nos falta mucho camino por recorrer. Así que en tu caso particular debes tener siempre presente, en tu eterno presente, que tú tampoco eres un ciudadano, mucho menos una persona, ya te lo he dicho, te lo hemos dicho en repetidas ocasiones, como quien dice!

-Estas en el proceso de transformación, en plena metamorfosis que te convertirá en rinoceronte quizá, tal vez, en el mejor de los casos en topo. Se sabe que tanto los rinocerontes como los topos tienen serios problemas de la vista. Su visión es muy precaria. Se especula que la perspectiva para ellos tiene un punto límite cuya barrera no pueden sobrepasar con la mirada.

- La mutación será pausada y vertiginosa al mismo tiempo, en descenso, en declive, en caída, hacia el grado cero de la voluntad de poder. Tu nulidad absoluta será mi apoteosis. Tu abyección, tu envilecimiento, serán mi bálsamo amoroso. ¿No te he dicho alguna vez que te amo? Claro que sí. Siempre que puedo te lo digo. Tú lo debes recordar y tener esto muy presente, en tu eterno presente, siempre presente.

-Así mismo como te he repetido que te amo, también te he hablado mucho de mí. Ya sabes que soy solo un demonio menor y que he comprado algunas almas y he pagado con las monedas de sus debilidades, aunque la mayoría la he tomado por y con la fuerza de mi timo. También sabes que la franqueza es algo que me caracteriza, inversamente proporcional a tu ingenuidad pero también a tus aviesas intenciones.

-Sin embargo y para ser aun más sincero, te diré que si, si tengo algunos amigos. Quienes no obstante siendo ruines delincuentes iguales a mí, cabe la duda en torno a la probabilidad de que exista verdadera amistad entre nosotros, ya sabes, dada nuestra naturaleza traicionera, no sería raro que a final de cuentas resultáramos estar mucho más solos de lo que creemos. Bah, pero eso que importa!

-Hablando de otra cosa. Sabias que ha sido revelado el misterio de las hormigas Zombis! Al parecer tiene que ver con un hongo que les devora por dentro, que las obliga a comportarse como robots antes de paralizarlas por completo. Primero hacen que su conducta y movimientos se vuelvan erráticos mientras les consumen sus órganos internos. Con paciencia este hongo se expande por las extremidades, trepando lentamente hacia la parte superior de sus cuerpos, logrando de alguna manera enviarles un mensaje codificado que les ordena que con una de sus tenazas aprisionen una hoja lo suficientemente fuerte de modo que queden totalmente adheridas a esta y que por una causa químicamente recóndita les sobrevenga la muerte. Una vez que esto sucede, el hongo hace su salida triunfal en forma de un estallido nauseabundo, como una nube de verdes esporas por la parte delantera de sus cabezas.

-Ah! Disculpa la digresión. Tenía que haberte advertido que suelo cambiar de tema con bastante frecuencia mientras estoy hablando. Claro está, que yo sé que mis divagaciones son interesantísimas. En realidad tú no tienes que disculparme de nada, porque si seguimos la lógica de la relación amo-esclavo, a ti te tocaría en este y en todos los casos, dar prolíficas muestras de admiración hacia mi gran capacidad oratoria e impresionarte ante la cantidad de tópicos que dómino con tanta maestría. No obstante, mi secreto es que los saltos y circunvalaciones entre temas inconexos y disímiles de los que apenas tengo idea, de los cuales, muchos, ni siquiera entiendo ni manejo, hacen de mí un ser polifacético, sobresalientemente entretenido y aleccionador. De mi se dice que cuando hablo, estoy sentando cátedra. Debes tener siempre en tu mentecita que de todas maneras esto no tiene la mayor importancia, porque al fin y al cabo, yo soy el amo.

-Como venía diciendo- Las esporas salen disparadas de las cabezas de las hormigas con la sola misión de contaminar a las otras hormigas sanas que se encuentran en las cercanías de las recién implosionadas, cumpliendo con la finalidad de darle continuidad a la especie parasitaria. Ah!! Qué curioso es todo esto! Hay tan solo que imaginar ese instante maravilloso, extático, sublime, sobrecogedor en que por las bocas infestadas de estos insectos se propagan infinitamente mediante este divino ciclo cósmico de invasión, contaminación, desecamiento de los jugos vitales para su alimentación, concluyendo en formidables explosiones, propiciadoras de nuevas formas de vida que darán al final de su consumación, como resultado, un mundo nuevo rebosante de insólitos habitantes en este mundo, de ignotas especies jamás vista por los terrícolas.

-Qué hermoso.- en fin, sabes que también soy un gran novelista, un poeta, soy “muy antiguo y muy moderno; audaz y cosmopolita”, como diría Rubén Darío. Me encanta pensar en el futuro, adoro la literatura de ciencia ficción, la vida en otros planetas. Especialmente el planeta Marte. Que significativo Marte ó Ares es el Dios de la guerra. Me deleita hablar de la guerra. De las guerras de la premodernidad. Oh que contradicción. Que complacencia me proporciona pasearme por el tiempo. Ni se te ocurra calificarme de retrógrado ó primitivo. Díscolo e impertinente. No te lo voy a aceptar. Recuerda: Disciplina.

-Dicen que este fenómeno (el de las hormigas zombis), ocurre en casi todo el mundo y afecta a muchos tipos de insectos, como escarabajos, moscas, mariposas, abejas y avispas. Los científicos dicen asimismo que muy posiblemente con mucho más estudios “encontraremos cuales son los mecanismos que desarrolla el hongo para controlar el comportamiento de otros animales”. Como puedes ver yo me incluyo al lado de los científicos, con seguridad habrás notado no solo mi propensión hacia el arte y la poesía, sino también mi gran interés por la ciencias.

-Ahora, retornemos a lo importante en este minuto. Cállate y siéntate. Acatamiento es tu distintivo. Nunca lo olvides. Obedece. Recuerda tu inferioridad. Esto es un sistema de jerarquías. Yo ordeno y tú te doblegas. Yo soy la Ley. Yo te observo. Yo puedo escuchar tus más ocultos pensamientos. Yo percibo lo imperceptible en tus gestos y movimientos. Yo te intuyo. Yo soy tu felicidad. Porque yo sé lo que tú necesitas. Yo soy tu realización. Yo soy tu dolor y también tu amor. Yo sé que es lo mejor para ti. Y de mi no puedes escapar porque de ti yo soy quien usa y abusa y tú deseas que te use y que te abuse. Soy tus dulces sueños. Soy tu aire, tu vida, tu muerte. Soy tu dueño, tu maestro, tu amo. Y me debes Adoración. –Cállate, arrodíllate y controla tus esfínteres. Cierra tu boca. No emitas sonido. No des señales de dolor, y si las das, será cuando yo te lo ordene y entenderás que es el tributo que me debes rendir. Ese es tu placer.

José Luis Blancot. Dinamarca. Mayo 2011

viernes, 6 de mayo de 2011

Un Odradek para Mr K


ODRADEK

Odradek ha sobrevivido y con él las preocupaciones de el padre de familia. Han sido muchos los años de anonimato, de andar por entre los resquicios de los umbrales de las puertas, a veces usurpando los hogares de las telarañas, entre las bisagras de las viejas ventanas de madera, escondiéndose entre las patas de las poltronas, debajo del sofá, deslizándose o rodando como un ovillo por el pasillo común que comunica las cuatro habitaciones de la casa, a veces perturbado por los tres gatos de nuestra casa, los gatos de nuestra familia, los gatos siempre atentos a cualquier movimiento, especialmente los que son causados por el viento que se cuela por debajo de las puertas, imperceptible casi, haciendo que la pelusa diaria se mezcle con la antigua, atrapando objetos insignificantes, perdidos, esos que como agujas, trocitos de hilos, o viejas etiquetas de alguna prenda de vestir, despegadas por alguien, un día, con el entusiasmo y la expectativa de un gran estreno pero luego olvidada en algún rincón, pequeñas facturas de las compras diarias de nuestra comida, de nuestro pan, algún botón perdido, algún broche de zarcillo o hasta el mismo zarcillo que dejo a su alma gemela sin su par, una moneda pequeña, la pieza incomprensible de un juguete de la que no recordamos como encaja, ni tampoco podemos hacer memoria de cómo era aquel juguete.

Entre estas minucias ha sobrevivido Odradek, este ha sido su mundo por décadas, junto a los ácaros, las escobas, la humedad de los coletos, el perfume de la cera abrillantadora, los productos desinfectantes, las cenizas que con descuido se han desprendido de los cigarrillos de nuestros padres, la arenilla que viaja pegada a las suelas de nuestros zapatos desde el jardín hasta el salón de la entrada para hospedarse temporalmente, disgregada y expandida por toda la superficie del piso de nuestro hogar, es un mundo que se renueva todos los sábados aún cuando este día, nos dice la tradición, no deben hacerse muchos trabajos, sin embargo este es el escogido para las labores de limpieza, la labor que también preserva porque no se lo lleva todo, y que con un cuidado que parece intencional, va dejando agazapados esos diminutos insumos tan preciados, casi vitales, para el solaz de Odradek.

En tiempos del abuelo este minúsculo universo solo se limitaba al suelo y al espacio que quedaba entre las cortinas, las paredes, y los vidrios de las ventanas, hoy en día con la presencia de objetos nuevos, todo parece como agrandado a pesar que el lugar se ha reducido significativamente, ahora existen insospechados territorios para las aventuras y para la exploración tales como los soportes de las lámparas que cuelgan del techo, las extrañas y ahuecadas piezas de los que están hechos los móviles decorativos, la parte posterior de los marcos de las nuevas pinturas, los clavos olvidados y repintados que no han sido arrancados de las paredes para evitar que a estas se les despegue el friso, y por supuesto la vieja caja fuerte, empotrada disimuladamente a la pared y oculta por el cuadro de un pintor quien en vida fue gran amigo de la familia, es la gruesa pared doble que divide el salón de recibo de las visitas del estudio del abuelo y que además esconde con gran artificio mecánico la reja corrediza, nocturna, que solo se puede ver al cerrarse, a la hora de dormir, o cuando no hay nadie en casa.

Allí en ese espacio, dentro de esta doble pared, pareciera que es el lugar favorito de Odradek, y en donde podemos sospechar que él se esconde por largas temporadas, o tal vez se quede dormido, ya que cuando se desliza la reja y solo de vez en cuando, vemos como se viene colgando de ella, casi arrastrándose, al momento de abrirla en la mañanas, mostrándose somnoliento, con una sonrisa traviesa, casi como disculpándose y al mismo tiempo perplejo por haber sido sorprendido tan temprano. Porque hay algo de noctámbulo en este ser, en esta especie de animal-objeto, de niño-objeto, de anciano-objeto, cuyo semblante parece oscurecido por la falta de luz solar, probablemente debido a su larga costumbre de habitar en los rincones, o tal vez al prolongado contacto con cierta mugre invisible para el resto de los miembros de la familia.

Porque hay que reconocerlo, El es uno más de la familia, y esto tiene que quedar claro, su estatus va más allá del de mascota, pero no llegamos a considerarlo ni como a un primo, mucho menos un hermano o un hijo. Más bien El es algo parecido a nuestra conciencia familiar, algo así como ese testigo mudo de las historias de cada uno, y que lo es también de nuestros vecinos queridos, y de aquellos otros que aunque de forma similar comparten el vecindario no son en modo alguno nuestros amigos. Con certeza Odradek es parte de la vida íntima de estas personas aunque ellas no lo sepan. Es la recóndita memoria que no quiere ser traída a la luz del día, la que prefiere permanecer en esos lugares oscuros, oculta al resplandor del presente, prefiriendo el moho, el olvido.

Como en la investigaciones que se hicieron antaño nunca se pudo precisar el posible origen de su nombre, ni de cómo pudo haber sido su travesía desde Praga hasta Idar y Olberstein en Alemania, ni de su estancia en Viena, para después arribar a la regiòn de Campania en Nápoles, Corallini, a los pies del Vesubio, como era llamado aquél pueblecito costero, rico en corales, del cual se dice, una vez ostentó aquella magnifica edificación, La Torre del Greco, construida justamente por un artesano Griego quien se especializaba en la talla de sortijas en ágatas, de cofrecillos en amatistas, y de camafeos en coral rojo.

Tenemos la presunción que, justo antes de partir de Italia, Odradek, con su habitual agilidad, se coló dentro del equipaje traído por el abuelo para su peregrinación por el nuevo mundo, permaneciendo allí escondido hasta que la abuela tomo la resolución de venir ella también y fijar su residencia en esta latitud. Ya que fue ella, la Nònna quien decidió, mientras desempacaba todos los bultos que todavía permanecían cerrados, que esta sería nuestra casa y que el paisaje agreste, el clima húmedo de las montañas, los colores de las flores silvestres, el olor de la tierra, y el canto de los pájaros del jardín serían los que acompañarían a los dos por el resto de sus días. Lo que probablemente ella nunca supo era que este diminuto ser, quien había cruzado el Atlántico, metido en un baúl, iba a acompañarlos durante todas esas décadas, que los sobreviviría a ellos, de igual forma a sus hijos, y que al parecer a nosotros también. En ocasiones, sobre todo cuando alguien en la casa cumple años, me he preguntado cuál puede ser la edad de Odradek, con certeza tendrá más de cien años, porque fue a finales del mil ochocientos cuando Franz lo descubrió y conversaron por primera vez.

Por otra parte nunca se mencionó que tuviera dientes, pero he podido notar la aparición de uno, y esto me intriga debido que no sé si este le ha salido recientemente, o por el contrario es el único que le queda, en ambos casos dejaría aún más en el misterio la interrogante sobre su edad. Lo que quiero decir es que si apenas era un recién venido al mundo, y por eso Franz lo trataba como a un niño y no entablaba conversaciones complicadas con él, entonces debió haber sido muy viejo y su mente senil como la de algunos ancianos a quienes tampoco uno se les dirige con temas demasiado serios. Esto quizás explicaría de alguna forma lo del tono de su voz. De igual modo es posible que ese diente no sea suyo, que le pudo haber pertenecido a alguno de los niños, quienes con habitual despreocupación van dejando rastros de sus juegos esparcidos por toda la casa y el cual se le haya adherido al cuerpo en medio de sus correrías. Esta última conjetura hace que las cavilaciones en torno a la eventualidad de su muerte, a la naturaleza de sus propósitos, a la actividad que lo desgastase, sigan siendo inquietantes. Luego, cualquiera de las tres alternativas me parecen aterradoras, y esto, incluso a mí, me resulta doloroso y me entristece sobremanera.

José Luis Blanco T.

San Antonio de los Altos.

Junio 2008.

Odradek


PREOCUPACIONES DE UN JEFE DE FAMILIA

De Franz Kafka

Algunos dicen que la palabra Odradek es de origen eslovaco y basándose en eso tratan de explicar su etimología. Otros, en cambio, creen que es de origen alemán y solo presenta influencia eslovaca. La imprecisión de ambas interpretaciones permite suponer, sin equivocarse, que ninguna de las dos es verdadera, sobre todo porque ninguna de las dos nos revela que esta palabra tenga algún sentido.

Naturalmente, nadie se ocuparía de estos estudios si no existiera en realidad un ser que se llama Odradek. A primera vista se asemeja a un carrete de hilo, chato y en forma de estrella, y, en efecto, también parece que tuviera hilos arrollados; por supuesto, sólo son trozos de hilos viejos y rotos, de diversos tipos y colores, no sólo anudados, sino también enredados entre sí. Pero no es solamente un carrete, porque en medio de la estrella emerge un travesañito, y sobre éste, en ángulo recto, se inserta otro. Con ayuda de esta última barrita, de un lado, y de uno de los rayos de las estrellas, del otro, el conjunto puede erguirse como sobre dos patas.

Uno se siente inducido a creer que esta criatura tuvo en otro tiempo alguna especie de forma inteligible y ahora está rota. Pero esto no parece comprobado; por lo menos, no hay nada que lo demuestre; no se ve ningún agregado o superficie de rotura que corrobore esta suposición; es un conjunto bastante insensato, pero dentro de su estilo bien definido. De todos modos, no es posible un estudio más detallado, porque Odradek es extraordinariamente ágil y no se le puede apresar.

Se esconde alternativamente en la buhardilla, en la caja de la escalera, en los corredores, en el vestíbulo. A veces no se le ve durante meses, seguramente se ha mudado a otra casa; pero siempre vuelve, fielmente, a la nuestra. A menudo, cuando uno sale por la puerta y lo encuentra apoyado justamente debajo de uno en la escalera, siente deseos de hablarle. Naturalmente, uno no le hace una pregunta difícil, más bien lo trata –su tamaño diminuto es tal vez el motivo- como a un niño.

-Bueno, ¿Cómo te llamas?

-Odradek -dice él.

-¿Y dónde vives?

-Domicilio desconocido- dice, y ríe; claro que es la risa de alguien que no tiene pulmones. Suena más o menos como el susurro de las hojas caídas.

Y así termina generalmente la conversación. Por otra parte, no siempre responde; a menudo, se queda mucho tiempo callado, como la madera de que parece estar hecho.

Ociosamente me pregunto qué será de él. ¿Puede ocurrir que se muera? Todo lo que se muere tiene que haber tenido alguna especie de intención, alguna especie de actividad, que lo haya gastado; pero esto no puede decirse de Odradek. ¿Será posible entonces que siga rodando por las escaleras y arrastrando pedazos de hilo ante los pies de mis hijos y de los hijos de mis hijos? Evidentemente, no hace mal a nadie; pero la suposición de que pueda sobrevivirme me resulta casi dolorosa.

FIN

¿Señor, usted pasa por Caño Amarillo?


De la Mañana a la Noche en vez de decir de la noche a la mañana, pareciera ser la frase que mejor viene al caso para describir el ocaso que se ha cernido lentamente cual polvillo de hollín tóxico sobre lo que entonces era un jardín floreciente, multicolor, grato y desafiante al mismo tiempo, un vergel audaz siempre en pleno devenir, una floresta constantemente inclinada a la celebración de las buenas nuevas.

Es como una mugre parsimoniosa que ha venido tamizándose difusamente sobre la visera de una lámpara. Como si en pleno mediodía se ocultara el sol por causa de un eclipse, con la diferencia que los eclipses son breves y no se alargan en un tiempo indefinido.

Con frecuencia las noches iluminadas por la luna ofrece a quien se desplaza dentro de un gran jardín una enorme cantidad de visiones sorprendentes; sombras, celajes, figuras que semejan objetos, animales, personas. Sonidos que causan asombro y que parecen delatar movimientos furtivos, susurros de procedencia indeterminada, rumores ininteligibles, crujidos de pasos sobre la tierra húmeda, y hasta portazos de no se sabe dónde pudieron haber venido. En noches así uno puede sentir que camina dentro de un dilatado laberinto, y hasta es posible que se pierda y no encuentre su camino. Esto puede ser muy agotador.

La noche de Walpurgis, la noche de las brujas. Dicen que se celebraba entre el 30 de Abril y el 1 de Mayo. Qué casualidad, justamente cuando escribo esto. Pero me estoy desviando del tema, si acaso esto es un tema. En fin parece que lo que intento decir es algo referente a la Noche. Pero es una Noche que súbitamente brotó en la mitad de una mañana, y aunque suene repetitivo, sé que muchos de los que puedan estar leyendo esto, saben de qué se trata. Y no es más que la noche de las artes, -ojo-, no la Gran Noche de Las Artes, La Gran Exposición, La Noche de la Inauguración, La Noche del Gran Coctél, Champaña, vinos, tequeños, bolitas de carne, y luego cervezas en algún barcito oportuno. No, no, no. Es la aciaga noche que promete pesadillas a granel. Pero la que también puede ser propicia para el espíritu que quiere despertar, el espíritu que no quiere ser sometido a una especie de hipnosis colectiva, ni que su pensamiento sea dirigido para perpetuar instituciones oscurantistas, ni ser controladas para que se mantengan las funciones reguladoras de estas.

El próximo 10 de Mayo de 2011 será un aniversario más del natalicio de Armando Reverón, a quien por cierto le gustaba más pintar la luz del día, la luminosidad de los días. ¿Qué vamos a hacer esa noche con esa Noche?

José Luis Blancot.

Mayo 2011.

jueves, 5 de mayo de 2011

Guillermo Montenegro


Guillermo Montenegro, cuando menos se le espera, a cualquier hora del día o de la noche, en cualquier calle de la ciudad, sube al autobús, saluda al conductor de turno, se aclara la garganta y como hablando para sí, dice engolando la voz al estilo de un experimentado locutor de radio: Muy bien!, Vamos a comenzar! – Buenos días señores y señoras, mi nombre es Guillermo Montenegro y he venido a ofrecerles algo que es indispensable para la educación y la formación de sus hijos. De vez en cuando, Montenegro gusta hablar de sí mismo en tercera persona, y esto le da un aire de nobleza, de soberanía ducal, casi de Realeza.

Claro está que los pantalones sucios y raídos, la camisa ensombrecida de mugre y la delatada ausencia de calcetines provocada por la insuficiente talla de su pantalón brincapozos, el cual, quizá como un inoportuno pormenor, marcando un paréntesis entre el ruedo deshilachado y la tristeza de sus zapatos cansados, lo coloca de inmediato en un visible y no menos patético contraste de penosas circunstancias.

Montenegro prosigue y pregunta a su público móvil, literalmente cautivo: ¿Qué le respondería usted a su hijo si este le preguntara por ejemplo, cual fue el primer presidente Médico que tuvo Venezuela?, o ¿en qué año se produjo la batalla de Santa Inés?, ¿en qué lugar se hizo el Juramento del Monte Sacro?, ¿ante quienes, el Libertador pronunció las siguientes palabras: «Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor y juro por mi patria que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español».? Nadie le responde. -¿Lo ven?, ¿ven la importancia de estar bien informado? Y concluye: -Montenegro tiene el remedio para la ignorancia y para todas sus dudas.

Montenegro parece hambriento, tiene los ojos hundidos y sin brillo, se pudiera decir que opacos, lleva el cabello atado en una cola de caballo que le resbala por la nuca junto al rancio sudor de muchos días trajinados, dándole un matiz oscuro a la tela de soporte que sobresale del roído y grasiento cuello de su camisa. A pesar de todo Montenegro es un Showman, un gran actor, quien por ahora vende libros abreviados de ediciones baratas mientras sueña con el día en que todos lo puedan ver en la televisión. Montenegro es polifacético, afable, gentil y además no le gusta que le interrumpan en sus predicaciones ambulantes, ya que él tiene la solución y las respuestas a todas las preguntas. Por esto es muy importante que le oigan prestándole el máximo de atención.

En una ocasión una dama viajera del bus, atormentada por su insistente perorata, se quejo protestándole por su ensordecedor tono de voz, ya que ella justo en ese momento padecía de una enorme jaqueca; de pronto, Montenegro con una expresión superlativamente maligna en su rostro le lanzó la más diabólica mirada que pocos seres humanos pudieran haber visto en la vida y le gritó como en un rugido de bestia;- ¡Cállate vieja maldita, déjame vender mi mercancía, que si no lo haces vas a verle la cara al Demonio, vas a saber que es el Mal y que es la Maldad, y también vas a conocer quién es Guillermo Montenegro!

José Luis BlancoT. Comenzado en Abril 2010.

Continuará……………..no se sabe hasta cuando...............

miércoles, 4 de mayo de 2011

Is Punk dead?


Apariencia

(del latín apparentia, conjunto de cosas visibles) Conocimiento inmediato de una cosa a través de lo que nos llega por los sentidos, al que atribuimos sólo un valor aproximado y relativo respecto de lo que aquella cosa es en verdad, que sólo se alcanza tras un atento examen de la misma o un conocimiento de nivel superior. La apariencia se considera clásicamente conocimiento incompleto y superficial, en contraposición a la realidad, o conocimiento verdadero y profundo, y la distinción suele hacerse tanto en la vida ordinaria, como en la reflexión filosófica y en el enfoque científico. De alguien decimos que no es en realidad lo que parece ser o, en general, que las cosas no son lo que parecen a simple vista, relacionando lo aparente con la experiencia de la percepción, y significando que llegar al fondo de la realidad supone una consideración más atenta y reflexiva de lo que hacemos normalmente. La historia de la filosofía es, en buena medida, la serie de preguntas y respuestas, hechas desde diversas perspectivas, acerca de qué es verdaderamente la realidad, o de qué es lo aparente y qué lo real y en qué estriba la diferencia entre una y otra cosa. La filosofía comenzó entre los presocráticos como investigación de la verdadera sustancia -el elemento primero, la physis- que se manifestaba a través de la diversidad de lo múltiple y que daba razón de su constante cambio. A quienes se dedicaron a esta actividad reflexiva los llamó Aristóteles «los primeros que filosofaron». El mito de la caverna de Platón es una alegoría de la condición en que se hallan los hombres, que, apegados a lo sensible, tendemos a confundir lo aparente con lo real, y del hecho de que sólo la adquisición del auténtico saber, a través de un ascensión dialéctica, nos da a entender que «conocer» consiste precisamente en no confundir la oscuridad con la luz y en saber distinguir la sombra o copia de la realidad de que depende. La metafísica, rama principal de la filosofía a todo lo largo de su historia hasta que entró en crisis con el período de la Ilustración, ha consistido tradicionalmente en el intento de explicar la razón de la diferencia entre apariencia y realidad y la causa de esta dicotomía. El racionalismo ha puesto de relieve que sólo por la razón conocemos en realidad las cosas, aun las sensibles, mientras que el empirismo ha destacado que sólo lo sensible es objeto de verdadero conocimiento. Con la filosofía crítica de Kant, que funde racionalismo y empirismo en una misma actividad de conocimiento (trascendental), remite la oposición entre apariencia y realidad y se produce un cambio radical de perspectiva al hacer definitiva la distinción entre fenómeno (apariencia) y cosa en sí: no es que sean engañosas las apariencias, es que son el único objeto posible de conocimiento de la razón teórica; lo en sí está más allá de nuestro conocer y sólo puede ser pensado o alcanzado por la razón práctica. A partir de este momento, la metafísica indaga, más que en la realidad situada más allá de la experiencia, en la posibilidad de conocer la experiencia. No faltan tampoco sistemas filosóficos que inviertan la relación apariencia-realidad, reduciendo a la primera todo el posible alcance del entendimiento humano y el verdadero sentido de lo que se entiende como real; así hace Nietzsche, por ejemplo.

EST. En teoría del arte, la apariencia no se opone como una percepción incompleta al objeto bello que pudiera estar más allá de ella; la apariencia es la característica estética. Lo bello es apariencia, imagen, forma que se percibe inmediatamente por los sentidos y el arte no busca otra realidad más allá de la apariencia, a la que exalta y cultiva.

Susanne K. Langer: la imagen como «apariencia»

¿Qué se «crea» en una obra de arte? Más de lo que la gente cree cuando habla de «ser creador», o, cuando se refiere a los personajes de una novela como «creaciones» del autor. Más que una deliciosa combinación de elementos sensoriales, mucho más que cualquier reflexión o «interpretación» de objetos, personas, acontecimientos -la ficción que los artistas usan en su obra demiúrgica, y que ha hecho que algunos estéticos se refieran a tales trabajos como «recreaciones» más que genuinas creaciones. Pero un objeto que ya existe -un jarrón de flores, una persona viva- no pueden ser recreados, Tendrían que ser destruidos para ser re-creados. Además un cuadro no es ni una persona ni un jarrón de flores. Es una imagen, creada por primera vez a partir de cosas que no son imaginarias, sino muy reales -lienzo o papel, colores, carbón o tinta.

Es quizá, bastante natural para la reflexión ingenua concentrarse primero en torno a la relación entre una imagen y su objeto; e igualmente natural es tratar un cuadro, una estatua o una descripción gráfica como una imitación de la realidad. Lo sorprendente es que mucho tiempo después de que la teoría del arte había superado la etapa de ingenuidad, y de que todos los pensadores serios cobraron conciencia de que la imitación no era ni la finalidad ni la medida de la creación artística, la relación de la imagen con su modelo conservara su lugar central entre los problemas filosóficos del arte. Se ha presentado como el problema de la forma y contenido, de interpretación, de idealización, de creencia y ficción y de impresión y de expresión, y, sin embargo, la idea de copiar la naturaleza ni siquiera es aplicable, por igual, a todas las artes. ¿Qué copia un edificio? ¿Sobre qué objeto dado se modela una melodía?

Un problema que no quiere morir, a pesar de que los filósofos lo han condenado como superfluo, tiene aún la misión del moscardón en el mundo intelectual. De hecho, su significado es mayor que cualquiera de sus formulaciones. Así, pues, el problema filosófico que generalmente se concibe en términos de imagen y objeto, se ocupa en realidad de la naturaleza de las imágenes en cuanto tales y de su diferencia esencial de las realidades. La diferencia es funcional: en consecuencia, los objetos reales que funcionan de la manera normal en las imágenes pueden asumir una condición puramente imaginaria. Por esto, el carácter de una ilusión puede adherirse a obras de arte que no representan nada. La imitación de las cosas no es el poder esencial de las imágenes, aunque es muy importante en virtud de que por ella penetró dentro del dominio de nuestro pensamiento filosófico todo el problema del hecho y de la ficción. Pero el verdadero poder de la imagen es ser una abstracción, un símbolo, el portador de una idea.

¿Cómo puede una obra de arte que no representa nada -un edificio, un jarrón, una tela dibujada- ser llamada imagen? Se convierte en imagen cuando se presenta puramente a nuestra visión, es decir, como una pura forma visual en vez de un objeto relacionada local y prácticamente. Si la recibimos como una cosa del todo visual, abstraemos su apariencia de su existencia material. Lo que vemos de este modo se convierte simplemente en una cosa de la visión -una forma, una imagen. Se separa de su marco verdadero y adquiere un contenido diferente.

La creación del artista es una imagen en este sentido, algo que existe sólo para la percepción, abstraída del orden causal y físico. La imagen presentada sobre un lienzo no es una «cosa» nueva entre las cosas del estudio. El lienzo estaba ahí, las pinturas estaban ahí; el pintor no les ha añadido nada. [...] Pero aun las formas no son fenómenos en el orden de cosas reales, como lo son la manchas sobre un mantel; las formas en un dibujo -no importa cuán abstracto sea- tienen una vida que no pertenece a las simples manchas. Algo surge del proceso de arreglar colores sobre una superficie, algo que se crea, no que sólo se recoge y se ordena de nuevo, esto es, la imagen. Surge repentinamente de la disposición de los pigmentos, y con su advenimiento la existencia misma del lienzo y de las pinturas «arregladas» sobre él parece quedar anulada; esos objetos reales se hacen difíciles de percibir por derecho propio. Una nueva apariencia ha reemplazado su aspecto natural.

Una imagen es, ciertamente, un puro «objeto» virtual. Su importancia radica en el hecho de que no la usamos para guiarnos hacia algo tangible y práctico, sino que la tratamos como un ser completo con atributos y relaciones sólo visuales. No tiene otros; su carácter visible es todo su ser. [...]

La palabra «imagen» está casi inseparablemente unida al sentido de la vista porque nuestro ejemplo común de ella es el mundo del espejo, que nos da una copia visible de las cosas que están frente a él sin ninguna réplica sensorial de ellas, táctil o no. Pero algunas de las otras palabras que se han empleado para denotar el carácter virtual de los llamados «objetos estéticos» escapan a esta asociación. Carl Gustav Jung, por ejemplo, se refiere a esto como «apariencia». [...]

Schiller fue el primer pensador que vio lo que realmente hace del Schein o apariencia algo importante para el arte: el hecho de que libera la percepción -y con ella la facultad de concepción- de todos los propósitos prácticos, y permite a la mente permanecer en las puras apariencias de las cosas. La función de la ilusión artística no es «la ficción» como muchos filósofos y psicólogos suponen, sino lo completamente opuesto, el desprendimiento de la creencia -la contemplación de las cualidades sensoriales sin sus significados comunes de «Aquí está la silla», «Ése es mi teléfono», «Estas cantidades deben sumarse a la cuenta del banco», etcétera. El conocimiento de que lo que está frente a nosotros no tiene ninguna significación práctica en el mundo, es lo que nos permite prestar atención a su apariencia en cuanto tal.

Todas las cosas tienen un aspecto de apariencia así como también de importancia causal. Aun una cosa tan insensible como un hecho o una posibilidad aparecen de esta manera a una persona y de esa otra manera a otra. Ésta es su «apariencia», por medio de la cual puede «parecerse» a otras cosas, y -cuando la apariencia se usa para desencaminar el juicio acerca de sus propiedades causales- se dice que «disimula» su naturaleza. Cuando sabemos que un «objeto» consiste enteramente en su apariencia, que aparte de ella carece de cohesión y de unidad -como un arcoíris o una sombra-, lo llamamos un objeto meramente virtual o una ilusión. En este sentido literal, un cuadro es una ilusión; vemos una cara, una flor, un paisaje de mar o tierra, etcétera, y sabemos que si extendemos la mano hacia él tocaremos una superficie embarrada de pintura. [...]

La apariencia de una cosa, así destacada, es su cualidad estética directa. De acuerdo con varios críticos eminentes, esto es lo que el artista trata de revelar por mor de sí mismo. [...]

Aquí está, a mi parecer, el enunciado claro de lo que Clive Bell trataba de manera bastante confusa en un pasaje que identificaba la «forma significativa» (que, sin embargo, no significa nada) con la «cualidad estética». La manifestación de la cualidad pura, o apariencia, crea una nueva dimensión, alejada del mundo cotidiano. Éste es su oficio. En esta dimensión se conciben y presentan todas las formas artísticas, Puesto que su sustancia es ilusión o Schein, son, desde el punto de vista de la realidad práctica, meras formas; existen sólo para el sentido o la imaginación que las percibe -como el espejismo o las elaboradas e improbable estructuras de sucesos en nuestros sueños.

__________________________________________

Sentimiento y Forma, UNAM, México 1967, p. 48-52.

martes, 3 de mayo de 2011

Una Joyita con la que he topadol

El arte produce dolor de cabeza

por Alberto Vázquez

O, más bien, al revés. Cuanto menos, es lo que sostiene, sin encomendarse a santo conocido, un neurólogo holandés llamado Michel Ferrari. El médico de tan celérico nombre, no se lo debió pensar dos veces antes de abrir la boca y, como quien pide un bocadillo de tortilla en un bar, soltó la idiotez del año y se convirtió, de la noche a la mañana, en el hazmerreír de la toda la comunidad artística internacional. Resulta, oíganme, que el cubismo, más concretamente el cubismo de Pablo Picasso, no tuvo lugar como consecuencia de un proceso estético singular y extraordinario apoyado en las teorías estéticas de Cézanne y algunos otros, por no hablar del arte africano, no señor, sino que la cosa surgió porque al malagueño le dolía la cabeza.

El argumento del facultativo, que trabaja en el Centro Médico de la Universidad de Leiden, no puede ser más simplón: algunos pacientes de migraña ven alterada su capacidad de visión y pueden llegar a visualizar alucinaciones o distorsiones fracturadas de la realidad. Casualmente, como las imágenes que nos ofrece el cubismo. Así que, deducción inmediata, ambas son la misma cosa. Por si esto no fuera poco, el buen doctor va y lo dice en mitad del congreso mundial del dolor de cabeza Headache World 2000 celebrado en Londres hace un par de meses. Ahí es nada.

Por suerte o, más bien, por desgracia, el arte siempre ha sido campo abonado para que los patanes más excelsos hagan sus pinitos sin miedo al ridículo. Es bien sabido que a cualquiera de nosotros, que no tenemos ni idea de medicina y que del dolor de cabeza conocemos lo que la propia experiencia nos depara, jamás nos hubiese sido permitido anunciar cualquier teoría, por remota que ésta fuese, en relación a la disciplina en cuestión. Desde luego, si llegásemos a enunciarla, el eco conseguido sería cercano a cero. Pero no, cuando es el proceso es inverso, la cosa cambia ostensiblemente. No sólo se permite que alguien, cuyos conocimientos acerca de la estética son nulos, elucubre y teorice sobre lo que no tiene ni la más remota idea, sino que el asunto tiene resonancia en los medios de comunicación y, por lo tanto, aura de veracidad. Increíble, pero cierto.

En las facultades de Arte de las universidades de medio mundo aún resuenan las carcajadas. Eso, en el mejor de los casos. Porque no me digan que la cosa no tiene su importancia. El doctor Ferrari, en menos que canta un gallo, tira por tierra los estudios que, acerca del maestro malagueño, se han realizado a lo largo de todo el siglo XX. Estudios que, por cierto, vienen avalados por la excelencia y sabiduría de quienes dedican tiempo, esfuerzo y reflexión a ello. Y por decenas de universidades y centros de estudio. Y museos, y bibliotecas especializadas, y...

Pero el doctor Ferrari es un hombre de vericuetos y de ideas iluminadas. Parece ser que la cosa se le ocurrió un día mientras visitaba el Museo Picasso de la ciudad de Barcelona. Se dijo: "vaya, si esto mismito es lo que hacen mis pacientes de migraña". Luego, Picasso tenía migraña. Y con el fenomenal descubrimiento en la mente, se fue a comer. Por supuesto, el doctor Ferrari es un tipo serio que, en su disciplina, no permite atajos a la ciencia. Desconfía de todo lo que no esté avalado por un estudio científico y, desde luego, abomina de las pseudomedicinas que, con tanta insistencia, no asolan. Al doctor Ferrari, el curanderismo le provoca hilaridad, se muere de risa cuando le hablan de brujería curativa y da un severo golpe en la mesa cuando intentan razonarle la homeopatía.

Eso sí, sobre Arte, todos podemos tener una opinión y defenderla sin cuartel. No es, en modo alguno, necesario disponer de conocimientos previos de estética o de filosofía. No hace falta conocer la historia del arte y poder, así, contextualizar sus movimientos en el seno de los momentos históricos a los que pertenecen. Ni siquiera es necesario tener algunas ideas, aunque breves, de qué es el cubismo, de dónde proviene y cuál es la importante aportación que éste realiza a la cultura occidental moderna de la que el propio Ferrari mama y de la que es deudor.

La banalización que Michel Ferrari arroja sobre la figura esencial de Picasso es muy grave y como tal debe ser tratada. Uno no puede farfullar semejante patraña y quedarse tan ancho. Sobre todo y teniendo en cuenta que Picasso jamás tuvo más migrañas que el común de los mortales. Por suerte, el artista andaluz, además de un fantástico legado cultural, dejó tras de sí un complejo entramado familiar que, si bien tiende a estar en desacuerdo permanente sobre todo lo opinable, en este caso no aporta fisuras a la tesis: papá no tenía dolores de cabeza.

Ferrari, arrojado como pocos, explica que esto carece de importancia. Existe, al parecer, un tipo de dolor de cabeza que no duele, de manera que quien lo padece y los que le rodean no se percatan del asunto.

Por si esto no fuera poco, Ferrari aporta la prueba irrefutable. Picasso, un buen día, tratando de explicar su proceso estético, dijo: "pinto las formas como las pienso, no como las veo", lo cual quiere decir que Picasso plasmaba sobre sus lienzos no la realidad más o menos objetiva que tenía ante sí, sino una representación de su interioridad personal e intelectual. Esto, que cualquier estudiante de primer curso de cualquier disciplina artística sabe y que constituye, sin más, el abecé de todo el arte del siglo XX, Ferrari lo interpreta erróneamente y cree que Picasso, lo que en verdad estaba afirmando, es que él, sin duda alguna, veía literalmente lo que pintaba. Tesis respaldada por todos los niños de cinco años que visitan un museo de arte moderno.

En fin, un suceso triste y patético de lo que puede conseguirse analizando una disciplina desde disciplinas ajenas y, sobre todo, sin conocimientos más o menos fundados sobre lo que se habla. En la próxima misión del transbordador espacial, que pidan asistencia a un astrólogo. Seguro que consiguen llegar a conclusiones asombrosas.

Ya saben. Si el arte moderno existe es porque a su principal impulsor le influyó sobremanera un persistente dolor de cabeza. Su inteligencia, su sensibilidad extraordinaria, su lucidez interpretativa y la maestría con la que, a lo largo de toda su extensa carrera nos asombró, carecen de importancia. Lo interesante es que tenía migrañas. O que era bajito. O que fumaba mucho. O que hablaba el francés con un horrible acento español. Quién sabe.

Por cierto. ¿Y Braque? ¿También Braque tenía migrañas?